febrero 03, 2011

Zorzal colorado

El canto criollo del zorzal colorado por Luis Beltrán Martinez Thomas.
Campo y ciudad son testigos de la melodía de este pájaro
Entre agosto y enero de cada año, los habitantes de Buenos Aires pueden disfrutar el canto de un pájaro muy inquieto, de vuelo corto y rápido, que posa de rama en rama, en árboles de sus calles y plazas. En realidad, el zorzal colorado habita preferentemente en sitios de vegetación frondosa, como selvas y montes de la parte meridional de Sudamérica. Sin embargo, debido a su notable capacidad de adaptación, se lo ve además en zonas desmontadas y ocupadas por el hombre, y por ello es muy frecuente su presencia en parques de las grandes urbes.
Compañero del hombre de campo y de la ciudad, dueño de uno de los cantos más melodiosos entre las aves, está diseminado por extensas regiones de la Argentina y puede considerárselo el prototipo del pájaro cantor de nuestras latitudes. Sin duda por ello, el payador Betinotti apodó "zorzalito" a Carlos Gardel, en obvia referencia a la entonación inigualable de su canción gaucha y ciudadana. Quizás sea también el ave solitaria en la que pensó Hernández para el verso inicial del Martín Fierro, teniendo en cuenta que los zorzales limitan su sociabilidad a la vida en pareja, y que a pesar de compartir el espacio con otros individuos de la misma especie, no constituyen bandadas.
El nomenclador de comunas y municipios argentinos no designa pueblo alguno con el nombre de esta ave tan propia de nuestro país, como sí lo hace con los cóndores, papagayos, perdices, garzas, golondrinas y gallaretas, aunque probablemente exista algún paraje o estancia que lo recoja. Su estupendo nombre científico, Turdus rufiventris, alude precisamente al plumaje castaño rojizo de su pecho y de allí su popular denominación.
El canto del zorzal se escucha durante toda la época de nidificación, haciéndose particularmente intenso y continuado al amanecer y anochecer de cada día. Antes de que salga el sol, el macho se posa en un árbol cercano al que alberga el nido, dando comienzo el concierto, mientras la hembra incuba los huevos o alimenta a los pichones. También es fácilmente audible a cualquier hora, desde cualquier lugar, y la posibilidad de verlo de cerca es sólo privilegio de quienes habitan los edificios de la ciudad, a la altura de la copa de los árboles.
"Muere el sol y junto al río "rompe a cantar un zorzal, "la tarde que se marchaba "se volvió para escuchar, "el agua que iba corriendo "se detuvo hecha un cristal..."
Destacaba así Juan Burghi, poeta uruguayo, el poder y la excelencia del canto de esta ave, que hacia enero se está yendo, o al menos sólo está dejando de cantar, porque el zorzal colorado es de hábitos sedentarios que rara vez se aleja más de unos cientos de metros de su apostadero. Habrá que esperar entonces hasta la próxima temporada para disfrutar otra vez de sus vocalizaciones potentes, armónicas y reiterativas.
Por Luis Beltrán Martínez Thomas Para LA NACION

febrero 01, 2011

Transgénicos

Londres, 26 enero 2011
Mae-Wan Ho
"Un científico muy renombrado por su investigación acerca de los riesgos de los transgénicos acaba de ganar un proceso contra asociaciones de biotecnología que habían desencadenado una campaña para desacreditarlo.
Gilles-Eric Séralini, docente de biología molecular en la Universidad de Caen, en Francia y presidente del Consejo Científico de Investigación Independiente en Ingeniería Genética (CRIIGEN), es un investigador de primera línea acerca de los riesgos de los transgénicos. No hay mucha sorpresa que él y su equipo se convirtieran en blanco de una concertada campaña difamatoria en la cual fueron muy activos Monsanto, EFSA (la Autoridad de Seguridad Alimentaria de Europa), y asociaciones científicas representando la biotecnología en Francia, la Asociaciòn Francesa de Empresas de Biotecnología y el Consejo Superior Francés en Biotecnología.
Este ataque fue gatillado a partir de que el equipo coordinado por Séralini reanalizó escrupulosamente la información que había puesto Monsanto a disposición con motivo de obtener la autorización comercial en Europa de tres líneas de maíz transgénico, MON 863, MON810 y NK603, permisos sobre las cuales la mencionada EFSA había dado su dictamen favorable. El equipo en cuestión publicó sus conclusiones estableciendo que “los datos disponibles revelan toxicidad hepatorrenal, posiblemente a causa de los nuevos pesticidas diseñados específicamente para cada maíz transgénico. Sumado a esto se observan consecuencias metabólicas directa o indirectamente provocadas, para las cuales la modificación genética no puede ser excluida.”
Séralini y sus colegas recibieron un amplio apoyo de científicos y desde la sociedad civil. Pero Séralini se decidió a demandar por calumnias: estaba convencido de que los investigadores Claude Allegre, Axel Kahn y Marc Fellous, estaban manejando desde las sombras la campaña de insidia e intimidación que se desplegaba en Francia y ése fue el motivo por el cual demandó judicialmente a Fellous, miembro pleno de la Asociación Francesa de Empresas de Biotecnología (AFBV). Séralini argumentó que la campaña había dañado su reputaciòn y con ello habían disminuido sus oportunidades laborales y sus posibilidades de obtener fondos para investigación.
El 18 de enero pasado la corte judicial de París dictó sentencia y lo hizo a favor de Séralini, en medio de una sorpresa generalizada.
Durante el juicio salió a luz que Fellous, que se presentaba a sí mismo como un científico “neutral” sin intereses personales en juego y que acusaba a quienes critican u objetan a los productos transgénicos de ser “ideológicos” y “militantes”, en verdad poseía patentes de productos genéticamente modificados, de su propiedad, a través de una empresa con base legal en Israel. Esta compañía le vende patentes a corporaciones transnacionales como Aventis. El abogado de Séralini demostró que varios otros miembros de la AFBV también tienen estrechos vínculos con compañías de agribusiness, con lo cual su pregonada imparcialidad científica y su integridad profesional quedaron muy bajo la lupa.
El juez sentenció a AFBV a una multa de mil euros, a un euro de compensación por reclamo del demandante y a 4000 euros en costas.
Corinne Lepage, presidente de CRIIGEN, estaba entusiasmada con la victoria judicial, sobre todo porque no era muy optimista del resultado luego de la primera sesiòn que habían tenido el 23 de noviembre [info para argentinos en particular y probablemente latinoamericanos en general: del 2010; n. del trad.]. “La vida te da sorpresas: es la primera vez que un alborotador (soplón) [whistleblower] no está a la defensiva sino a la ofensiva.”
Comentando el triunfo judicial, Pete Riley de la organización UK’s GM Freeze [“Congelar” los transgénicos en el Reino Unido; suspenderlos definitivamente] declaró: “Saludamos calurosamente este juicio y estamos encantados con el profesor Séralini. Esperemos que ahora empecemos a ver el fin de este tipo de campañas sucias y vacías que hemos visto en este caso y en otros en la última década, aproximadamente. La libertad de los científicos independientes para desafiar los hallazgos científicos financiados por una industria que procura vender semillas y agroquímicos constituye un elemento vital para cualquier sociedad. La historia de desastres tecnológicos nos dice que la industria y los reguladores estatales son los últimos que reconocen o admiten que hay un problema. Apoyamos plenamente el derecho de Séralini a proseguir sus investigaciones sobre semillas transgénicas y le deseamos más capacidad de decisión.”
El médico Brian John de FM-Free Cymru dijo: “Éste es un desenlace más que gratificante ante un caso que jamás tendría que haberse planteado si los industriales de la biotecncología hubiesen seguido las tradiciones de larga data de respeto a los investigadores y hubiesen aceptado honestos debates con académicos cuyos puntos de vista y hallazgos en la investigación no coinciden con los propios de la industria. Hace ya años que la industria de la biotecnología y sus apologistas han tenido la lengua suelta para calumniar e intimidar a quienes han tenido la temeridad de cuestionar la seguridad de los productos genéticamente modificados… algunos señorones académicos trabajando para la industria biotecnológica se han comportado más como thugs [miembros de una secta de la India, a la que se le atribuyen asesinatos por fanatismo] que como científicos. Su filosofìa ha sido siempre: ‘maten al mensajero’. La lista de víctimas es larga: Arpad Pusztai, Ignacio Chapela y David Quist, Irina Ermakova, Judy Carman, Manuela Malatesta, Andrés Carrasco y muchos otros.
”Felicitamos al profesor Séralini por haber tenido el coraje de mantenerse firme ante la campaña y de haber devuelto el golpe. Esperemos que su triunfo haga que las compañías transnacionales de biotecnología y los reguladores públicos le otorguen a los investigadores independientes el respeto que merecen.”
Y lo más importante, que nuestros reguladores presten mucha atención a los hallazgos de Séralini y de aquellos científicos independientes que alrededor del mundo luchan persistentemente contra la introducción subrepticia de alimentos transgénicos en la gente".